lunes, 19 de abril de 2010

la sierra de aracena

LA SIERRA DE ARACENA
El Parque Natural de Aracena y picos de Aroche se enclava en las estribaciones de Sierra Morena, al Norte de la provincia de Huelva. Está compuesto por 28 municipios con una población de 40.000 habitantes y una superficie de 184.000 hectáreas
Constituye una de las reservas ecológicas más importante del Sur de Europa, destacando los bosques de castaños centenarios y las dehesas de alcornocales.
El Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche cuenta con un patrimonio histórico-artístico y etnológico de gran riqueza y es escenario de interesantes rutas rurales y gastronómicas como la Ruta de los Picos de Aroche, Ruta Norte de la Sierra, Ruta de los Paisajes de Gran Belleza y Ruta Serrana.









SIERRA DE ARACENA La primera parte discurre por un paisaje rico en dehesas de encinas y, en los lugares más húmedos, de alcornoques; en estas dehesas, y en general por todas las que atraviesa la ruta, se cría el renombrado cerdo ibérico.
Desde Hinojales a Cortegana el paisaje cambia de forma apreciable; los colores verde grisáceos de las dehesas son sustituidos por los verdes brillantes de los castañares en verano y primavera, o por los rosas y pardos si es otoño o invierno. Esta es la parte más húmeda y más rica en fuentes de afamada pureza de agua y arroyos.



Las especies animales más interesantes que podemos encontrar aquí son: buitres negros y leonados, águilas reales, imperiales, perdiceras, calzadas y culebreras, halcones, azores, cernícalos, cigüeñas, linces, meloncillos, turones, tejones, garduñas, ginetas, nutrias y un sin fin de pajarillos, reptiles, anfibios y peces.
En el parque se pueden realizar innumerables tipos de actividades como el senderismo contando con una variedad de senderos importantes de pequeño y gran recorrido, dichos senderos los podemos realizar tanto a pie como a caballo.

HISTORIA GEOLÓGICA
Para acercarnos a la historia geológica de Sierra Morena hay que retroceder en el tiempo del orden de mil millones de años - al llamado Precámbrico o era Arqueozoica-. Había aquí en ese remoto pasado un mar cálido y somero, poblado por seres unicelulares y otras formas de vida muy simples, en cuyo fondo se iban depositando los aluviones que los ríos y otros agentes erosivos arrastraban desde el vecino continente. Este no era otro que Pangea, el único, aunque inmenso, continente que entonces existía en la Tierra.
Durante la era Primaria o Paleozoica- que comenzó hace unos seiscientos millones de años - continuó el relleno de esta cuenca marina, donde existía a la sazón una cadena de volcanes submarinos, hasta alcanzar el cúmulo de sedimentos un espesor de muchos centenares de metros. Ya al final del Paleozoico, durante el período Carbonífero, hace un os trescientos millones de años, el supercontinente Pangea, que empezaba entonces a fracturarse, se vio afectado como orogenia herciniana, que plegó el extremo septentrional del Macizo Hespérico, hasta entonces ubicado en la costa centroriental de Pangea, y sacó del fondo del mar lo que actualmente llamamos Sierra Morena. Este Macizo Hespérico comprendía gruesamente lo que hoy es la mitad occidental de nuestra Península, desde Galicia a Sierra Morena; el resto de la Península continuaba bajo las aguas.
Durante la era Secundaria o Mesozoica - que comenzó hace unos doscientos millones de años - Pangea aparecía ya fracturada en dos mitades. Al norte quedó una única masa continental compuesta, también gruesamente por Norteamérica y Eurasia y al sur otra formada por Sudamérica y África, el continente Gonduana, entre ambos se abría el gigantesco mar Tetis, precursor de nuestro Mediterráneo.
Durante la era Terciaria o Cenozoica, hace unos cincuenta millones de años, la placa litosférica subyacente a Gonduana se movía, debido a las corrientes de convección del manto terrestre, conforme la placa avanzaba hacia el continente Noratlántico y era destruida Gonduana era arrastrado detrás plegando a su paso los sedimentos marinos acumulados al sur del Macizo Hespérico, y que creó, entre otras, las cordilleras Béticas, la cornisa Cantábrica, los Pirineos y los Alpes, además de Sierra Morena.


Efectivamente, como consecuencia de la lenta pero tremenda presión ejercida por Gonduana, los sedimentos marinos existentes entre este supercontinente y la costa del Macizo Hespérico fueron plegados y levantados varios miles de metros por encima del nivel del mar, posteriormente, y hasta nuestros días, dicho borde meridional fue intensamente erosionado por los ríos, principalmente siguiendo los ejes de fractura, y fue así modelándose poco apoco lo que hoy es Sierra Morena. Precisamente los sedimentos originados con esta erosión fueron depositados en el fondo de la cuenca marina que se abrió entre sierra Morena y las cordilleras Béticas, las cuales aportaban igualmente sedimentos. Con el tiempo dicha cuenca sería acolmatada, convirtiéndose en lo que hoy es el Valle del Guadalquivir.
La región occidental de sierra Morena, y por tanto el Parque, no resultó tan fracturada como la central, en la provincia de Jaén, y fue principalmente flexionada. Las fallas más importantes del Parque, que corren en dirección este oeste, pertenecen mayoritariamente a los sistemas Beja-Valdelarco y Ficallo- Almonaster, y son responsables en buena parte de su abrupta orografía, junto con otras fallas secundarias y de orientación perpendicular, como la que va de Zufre a Santa Olalla de Cala.
En consecuencia en Sierra Morena, más que una verdadera cordillera o sierra, es una sucesión de mesetones escalonados, convertidos hoy en serrejones y cerros por la intensa erosión fluvial sufrida. Esto es fácil de percibir, por ejemplo, atravesando el Parque por la carretera nacional 630, en su parte oriental, desde Sevilla a Monesterio (Badajoz).


Orográficamente el Parque semeja un gigantesco cuenco abierto a levante y poniente, con una inmensa depresión central y flanqueado por dos cordilleras al norte y sur respectivamente.

LOS YACIMIENTOS MINEROS DEL PARQUE
La turbulenta historia geológica de la región, con frecuentes fallas y una intensa actividad magmática subterránea, ha propiciado, según vimos, el constante afloramiento de roca ígneas y la consiguiente metamorfización de las rocas sedimentarias encajantes. Debido a que en el magma existen disueltos metales y otros minerales útiles menos densos, que resultan acumulados en las capas superiores durante el complejo proceso de su enfriamiento, encontramos asociadas a esos afloramientos vetas metalíferas - el "skarn" de Cala y, más al sur, la llamada banda vulcano, piritosa del Andévalo, de enorme importancia económica en la región desde la Edad del Cobre, hace unos cinco mil años. Se ha formado, así, calizas cámbricas con intrusiones ferrosa, magnetita, a menudo asociadas al cobre - Minas de Cala y, ya abandonada, de Teuler, ambas en Cala -, al igual que yacimientos de cobre, plomo y cinc - Mina de María Luisa, en la La Nava, también abandonada.


En la Mina de Cala, una de las minas de hierro más importantes de Europa se extrae principalmente, como mena de hierro de importante ley, la magnetita y, secundariamente, oro. Este antiquísimo yacimiento, explotado ya por los romanos, se formó como consecuencia de una intrusión granítica en una mas caliza preexistente: los vapores magmáticos transformaron los carbonatos en silicatos, y depositaron luego al enfriarse el mineral.
El oro aparecía también en placeres, y asociado con cierta frecuencia a la pirita -todavía se extrae en Cala y la Cuenca Miniera del Andévalo-.
Lógicamente los metales más nobles fueron los primeros explotados sucesivamente por indígenas, fenicios y romanos en esta región y por ende los primeros en agotarse. Producto de estas antiguas actividades mineras, que hicieron un día famoso a "Tartesos" en todo el Mediterráneo, y que entrañaban la fundición del mineran in situ en primitivos hornos de piedra y tierra para la obtención de lingotes de metal, son los abundantes restos de escoria -incluyendo las tortas romanas- y los pozos y galerías de mina que se encuentran por todo el Parque. No en balde el sur peninsular, destacando el suroeste, empieza hoy a ser considerado como uno de los más antiguos centros metalúrgicos del Viejo Continente.
EL CLIMA DEL PARQUE
Al ocupar el extremo occidental de Sierra Morena, la gran solana bética, las sirreas del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche configuran la primera barrera montañosa que encuentran los frescos y húmedos vientos atlánticos, que soplan generalmente desde poniente -marea-. Esta influencia marítima proporciona un clima suave y atemperado durante todo el año, especialmente en la umbría del macizo meridional del Parque, con cumbres con una altitud próxima a los mil metros -cerros de San Cristóbal y del Castaño-.
La temperatura media estival oscila entre 21ºC y 27ºC, y la invernal entre 7ºC y 10ºC. No obstante el verano es cálido, pues se registra hasta 36ºC en julio y agosto. Las lluvias se reparten irregularmente a lo largo de todo el año, pues son más abundantes en diciembre y enero y prácticamente nulas en julio y agosto. En el citado macizo meridional, región comprendida entre Alájar, Almonaster la Real, Cortegana, Aracena y Galaroza, donde más fácilmente se enfrían y descargan los húmedos vientos de poniente, se recoge hasta 1.200 litros/m2/año; en general esta región, isla ecológica donde se asientan los castañares y la mayor parte de los huertos, es la más fría y húmeda del Parque. El resto es más seco -unos 700 litros/m2/año- y cálido, especiamente la planicie occidental.
En resumen el Parque viene caracterizado por un clima mesomediterráneo -el más benigno para la naturaleza humana, según los climatólogos- con cierta influencia atlántica. Precisamente esta influencia hace que el verano, caluroso, resulte menos extremoso que en las regiones circundantes. No obstante, otoño y primavera son estaciones ciertamente ideales para visitar el Parque.

LA DEHESA
No sabemos cuándo ni dónde se ahuecó por primera vez el arbolado en la Península, y se formo lo que hoy llamamos dehesa. Desde luego el manejo de la dehesa debe ser aquí milenario, a juzgar por las referencias históricas y ciertos indicios arqueológicos.
Muy pronto, sin embargo, debió advertirse la ventaja de mantener el arbolado para beneficiar la leña, el ramón para alimentar el ganado y la parva de bellotas, ésta entonces de interés también en la alimentación humana.


Precisamente para estimular la producción frutera se supo, en algún momento, que era conveniente eliminar el vicioso matorral y, sobre todo, que había que sustraer parte del volumen leñoso del árbol.
Las principales actividades selvícolas, ganaderas y agrícolas que tradicionalmente se vienen practicando en el Parque para el mantenimiento de la inestable dehesa.
La montanera:


La típica dehesa serrana de hoy, como puede deducirse, ha sido creada por y para el cerdo ibérico. El tradicional pastoreo de guarros en régimen de montanera exigía, idealmente, el mantenimiento de una dehesa mixta de encinas, alcornoques y quejigos. Esta dehesa permite aprovechas una bellotera que empieza con la fructificación de los quejigos y sigue con la de encina y alcornoque.
La regeneración de la dehesa:


La dehesa se regenera tradicionalmente siguiendo tres técnicas: la primera de mantenimiento cuando un árbol se envilece o se pierde y se procede a preparar su sustitución. Otro método consistía en el abandono de un terreno, previamente desmontado por el fuego, el hacha o el sobrepastoreo. En él se verifica espontáneamente el rebrote de raíz y cepa, con lo que se cubre de carrascas y de otros arbustos y matas. Más antiguamente parece que muchas dehesas eran sembradas en invierno directamente a mano, a partir de las bellotas de las encinas reputadas como más dulces.
Mientras el hombre mantuvo su dependencia de la caza, la pesca y la recolección, los bosques ibéricos permanecieron más o menos intactos. Pero hace unos seis o siete mil años ocurrió algo en nuestra Península que afectó profundamente la economía epipaleolítica y, por ende, a los antiguos bosques mediterráneos y templados que la sustentaban: la revolución neolítica.
Efectivamente la domesticación sucesiva de la oveja y la cabra, de la vaca y el cerdo, y la siembra de cereales y legumbres, documentados todos ellos en los yacimientos arqueológicos de la región del Parque, proveyeron al hombre de unas reservas de alimento desconocidas hasta entonces, la economía productora, organizada al principio a base de artigueos itinerantes y luego como comunidades agro-pastoriles estables, requería la roturación del monte en beneficio de los pastos y las sementeras, lo que probablemente se hacía con la ayuda del fuero.
El descorche:


Dentro de la dehesa el alcornoque es susceptible de un aprovechamiento específico adicional, el descorche o pela, que si bien antiguamente debió tener un interés secundario hoy, ha llegado a ser un complemento tan rentable como la propia montanera. La corcha se arranca a hacha cada nueve o más años, generalmente entre dos podas sucesivas de mantenimiento, el descorche sólo se da cuando el alcornoque está clueco, lo que suele ocurrir de junio a agosto.
El manejo tradicional de la Ribera:
Desde tiempos inmemoriales los valles, vegas y navas e incluso los mismos cauces de los ríos y riberas fueron usados como vías de comunicación. Esto era así porque los cauces ocupan siempre las cotas más bajas del territorio y, por ende, son los parajes casi siempre más transitables o accesibles.
Entre los tramos más notables de este antiguo bosque ribereño en el Múrtigas - alrededores de La Nava -, el Chanza - en el límite del Parque -, en la ribera de Montemayor y en el arroyo Guijarro - cerca de Cortelazor -, dominados siempre por el aliso, en tanto que en la ribera de Uerba domina el fresno.
Los huertos:


Al objeto de aprovechar tan precioso recurso, el agua de los arroyos y riberas sufría continuas captaciones principalmente de otoño a primavera que la conducían, a través de unas pequeñas y rústicas acequias y mediante un riguroso sistema de turnos de riego el hortelano obtenía cada año la valiosa cosecha de lechugas, tomates, patatas , pimientos, ajos, cebollas, pepinos, calabazas, habichuelas, berenjenas, culantros, verdolagas y otras verduras, que permitía al serrano diversificar una dita basada, en el mejor caso, en los derivados del cerdo, en el trigo y el aceite.

Gastronomía
Chacina
(La chacinería y productos del cerdo en general son de una calidad excelente.
Destaca en particular la de cerdo ibérico)

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